Me permitiré escribir sobre este tradicional evento en la Universidad Villarreal, porque considero que es necesario que se haga, pues hasta donde yo sé, no hay testimonio escrito del mismo. Ni actas, ni audios, ni videos. Silencios involuntarios atravesaron los últimos trece años, del ahora reconocido coesco. Fiel a nuestro tiempo, cedimos ante la arremetida de la imagen, la palabra escrita que es nuestra principal arma de combate esta ausente en esta ardua labor, su memorias no deberían quedar en el olvido, mas aún todavía si se tiene en cuenta que es un coloquio de Historia!!. Fotos, fólderes y afiches es lo que ha quedado. ¿una imagen dice mas que mil palabras?. Falso. Dice que hubo un primero, un segundo y sucesivamente, pero no recrea la experiencia, no la comparte ni la acumula, sólo dice que alguna vez se dio. No sabemos como, ni quienes, ni de sus logros o dificultades. Es momento de reflexionar entonces, es momento de escribir.
Que no se diga que escribo con mala leche, ni que soy el menos indicado, pues en realidad lo hago con la mejor de las intenciones y en una humilde calidad de asistente y ex – miembro de la comisión. He pasado por esa experiencia de organizar eventos y no una sino muchas veces, quizá por ello haya también en este escrito algo de autocrítica. Pero si es para construir o aportar, bienvenidos los comentarios. Afortunadamente, roza con los directivos del XIII Coloquio un aire de confianza que permite la soltura, probablemente conversemos en el salón de clase al respecto.
Haciendo un conteo rápido de la proporción que hay entre los ponentes según la institución de procedencia (Jóvenes investigadores no-docentes), pude anotar las siguientes cifras: UNFV: 9 Ponentes; UNMSM: 6 Ponentes; PUCP: 6 Ponentes. Lo cual puede resultar alentador a simple vista, pues es muestra de atrevimiento y producción por parte de los jóvenes villarrealinos, pero habría que comparar la cifra por lo menos con los 5 últimos coloquios para saber si el indicador manifiesta un crecimiento o un descenso en nuestra producción académica. Lo mismo respecto a investigadores de otras universidades, saber las tendencias nos ayudaría a medir el impacto que esta teniendo el coloquio fuera del local central.
Respecto al desarrollo y balance del evento, a mi parecer fue positivo. A excepción de un esperado debate en torno al libro “Batallas por la Teoria” que terminó siendo más bien un respetuoso dialogo entre colegas (Tito Livio, Carlos Flores y Rochabrun), aunque no por ello menos enriquecedor. Me queda en la memoria aún aquel concepto por el que más se batalló en la conferencia la “Abstracción” que vendría a ser lo mismo que la idea de “Extracción”, un proceso mental por el cual el científico social extrae cualidades o características de su objeto de estudio para luego proceder a interpretarlo y nominarlo, según sus observaciones y el utillaje mental del que disponga. Atrás queda la idea del científico que observa desde lejos sin involucrarse con el o los objeto(s), tratando de hallar la generalidad o el espíritu de los cuerpos, o también la del arquitecto de teorías que busca construir un cuerpo teórico lo suficientemente coherente y adaptable a los casos que se le presenten. En suma, lo que trataba de decir Rochabru, es que lo abstraído por el sujeto gozaría de tal particularidad al fin y al cabo que no tendría porque parecerse a ninguna teoría general, cuestión que no tendría porque restarle validez, en la medida en que el planteamiento gozará de esa coherencia interna que el método le exige y bajo la conciencia de que ese conocimiento no representa la totalidad del objeto, sino la interpretación de la parcela escogida.
Una pregunta interesante, que en cierta medida levanto chispa en Rochabrun, fue el reclamo que le hiciera Tito Livio, respecto a la ausencia de propuesta en su libro. Es decir, que era indiscutible la solidez teórica que deslizaba a través del libro el autor, era muy loable y digno de admiración, dado que muy pocos intelectuales han abordado semejante empresa. Sin embargo, quedaba cierta desazón en su negativa a aplicar todo ese cuerpo teórico al análisis de los problemas contemporáneos del Perú. Le reclamaba la ausencia del espíritu de Haya o Mariategui para señalar y proponer como lo hicieron ellos en su tiempo. Rochabrun fue enfático al respecto “Dejemos la política a los políticos”, el relato de su experiencia lo llevó a explicar su fracaso, ineficiencia y desencanto en ese terreno. No muestra interés por ser parte de la intelligenstia peruana, prefiere ser recordado como un intelectual a lo europeo, que aporta e influye, mas no mandar ni dirigir. En ese sentido, quedó mas o menos en claro, la espera aún de una obra del calibre de “7 ensayos” o “el antiimperialismo”, que explique y proponga para nuestro tiempo. Por ello, tanto Mariategui, como Haya continúan siendo las vallas que aun no han podido superar los intelectuales peruanos.
Quizá el último comentario que hiciera Rochabrun, nos llevaría a una reflexión en torno a la política y el espacio académico, comentaba pues, que durante su etapa de participante político se le criticaba mucho el hecho de preguntar, señalar y observar cosas que no eran “políticamente correctas” es decir, que por lo menos no debiera decirlas en público, lo cual le resultaba ciertamente frustrante pero comprensible. Aunque no se explicaba porque dicha práctica debía trasladarse y reproducirse en el espacio universitario, donde las preguntas acuciosas, intrigosas o exigentes son precisamente las que posibilitan la apertura hacia nuevos espacios de conocimiento. La universidad por medio de sus coloquios, simposios o charlas debiera ser el espacio por excelencia donde la razón se enfrente discursivamente al desafío del examinador, la intriga del curioso o la insolencia del ignorante. Creo que esa acotación es algo que debe tomarse como un jalón de orejas para el próximo coloquio dado que al parecer o bien no daban tiempo para las preguntas, o en caso contrario no había tampoco mucha voluntad por preguntar.
Me gustaría comentar también otras ponencias que se presentaron, pero el tiempo no me ayuda, por ello para terminar, considero que a estas alturas el coloquio, debe consolidarse ya de manera institucional, y con una perspectiva de largo plazo, ello implica el dejar un poco de lado el pensar en como repetir el plato para el próximo año y empezar a plasmar por escrito aquellas condiciones que permitirían realizar el XV o XVI Coloquio de Historia y como garantizar su crecimiento. También implica el dejar de creer en los “sujetos imprescindibles” o los que construyen en el imaginario estudiantil la necesidad de su presencia, para que las nuevas directivas asuman la responsabilidad académica que el coloquio exige. Las facilidades y motivaciones que puedan brindar las autoridades a los que asumen el reto y la responsabilidad de realizarlo resultaría sin duda beneficioso y estimulante. En suma, de lo que se trata es de dar el salto de una tradición ciertamente personalista a una institución moderna y planificada que pueda trascender a las generaciones y que pasado 5 o 10 años podamos volver y seguir viéndolo funcionando, no exactamente como antes, pues cada generación de base impregnaría su propio estilo, pero funcionando al fin y al cabo. Para un proyecto de esta envergadura que duda cabe que se hace necesario del conocimiento tradicional que tienen los experimentados, pero hay que tener la suficiente entereza también para desprenderse del mismo y echarlo a andar por si solo. Es decir dejar que siga su propio camino.
Que no se diga que escribo con mala leche, ni que soy el menos indicado, pues en realidad lo hago con la mejor de las intenciones y en una humilde calidad de asistente y ex – miembro de la comisión. He pasado por esa experiencia de organizar eventos y no una sino muchas veces, quizá por ello haya también en este escrito algo de autocrítica. Pero si es para construir o aportar, bienvenidos los comentarios. Afortunadamente, roza con los directivos del XIII Coloquio un aire de confianza que permite la soltura, probablemente conversemos en el salón de clase al respecto.
Haciendo un conteo rápido de la proporción que hay entre los ponentes según la institución de procedencia (Jóvenes investigadores no-docentes), pude anotar las siguientes cifras: UNFV: 9 Ponentes; UNMSM: 6 Ponentes; PUCP: 6 Ponentes. Lo cual puede resultar alentador a simple vista, pues es muestra de atrevimiento y producción por parte de los jóvenes villarrealinos, pero habría que comparar la cifra por lo menos con los 5 últimos coloquios para saber si el indicador manifiesta un crecimiento o un descenso en nuestra producción académica. Lo mismo respecto a investigadores de otras universidades, saber las tendencias nos ayudaría a medir el impacto que esta teniendo el coloquio fuera del local central.
Respecto al desarrollo y balance del evento, a mi parecer fue positivo. A excepción de un esperado debate en torno al libro “Batallas por la Teoria” que terminó siendo más bien un respetuoso dialogo entre colegas (Tito Livio, Carlos Flores y Rochabrun), aunque no por ello menos enriquecedor. Me queda en la memoria aún aquel concepto por el que más se batalló en la conferencia la “Abstracción” que vendría a ser lo mismo que la idea de “Extracción”, un proceso mental por el cual el científico social extrae cualidades o características de su objeto de estudio para luego proceder a interpretarlo y nominarlo, según sus observaciones y el utillaje mental del que disponga. Atrás queda la idea del científico que observa desde lejos sin involucrarse con el o los objeto(s), tratando de hallar la generalidad o el espíritu de los cuerpos, o también la del arquitecto de teorías que busca construir un cuerpo teórico lo suficientemente coherente y adaptable a los casos que se le presenten. En suma, lo que trataba de decir Rochabru, es que lo abstraído por el sujeto gozaría de tal particularidad al fin y al cabo que no tendría porque parecerse a ninguna teoría general, cuestión que no tendría porque restarle validez, en la medida en que el planteamiento gozará de esa coherencia interna que el método le exige y bajo la conciencia de que ese conocimiento no representa la totalidad del objeto, sino la interpretación de la parcela escogida.
Una pregunta interesante, que en cierta medida levanto chispa en Rochabrun, fue el reclamo que le hiciera Tito Livio, respecto a la ausencia de propuesta en su libro. Es decir, que era indiscutible la solidez teórica que deslizaba a través del libro el autor, era muy loable y digno de admiración, dado que muy pocos intelectuales han abordado semejante empresa. Sin embargo, quedaba cierta desazón en su negativa a aplicar todo ese cuerpo teórico al análisis de los problemas contemporáneos del Perú. Le reclamaba la ausencia del espíritu de Haya o Mariategui para señalar y proponer como lo hicieron ellos en su tiempo. Rochabrun fue enfático al respecto “Dejemos la política a los políticos”, el relato de su experiencia lo llevó a explicar su fracaso, ineficiencia y desencanto en ese terreno. No muestra interés por ser parte de la intelligenstia peruana, prefiere ser recordado como un intelectual a lo europeo, que aporta e influye, mas no mandar ni dirigir. En ese sentido, quedó mas o menos en claro, la espera aún de una obra del calibre de “7 ensayos” o “el antiimperialismo”, que explique y proponga para nuestro tiempo. Por ello, tanto Mariategui, como Haya continúan siendo las vallas que aun no han podido superar los intelectuales peruanos.
Quizá el último comentario que hiciera Rochabrun, nos llevaría a una reflexión en torno a la política y el espacio académico, comentaba pues, que durante su etapa de participante político se le criticaba mucho el hecho de preguntar, señalar y observar cosas que no eran “políticamente correctas” es decir, que por lo menos no debiera decirlas en público, lo cual le resultaba ciertamente frustrante pero comprensible. Aunque no se explicaba porque dicha práctica debía trasladarse y reproducirse en el espacio universitario, donde las preguntas acuciosas, intrigosas o exigentes son precisamente las que posibilitan la apertura hacia nuevos espacios de conocimiento. La universidad por medio de sus coloquios, simposios o charlas debiera ser el espacio por excelencia donde la razón se enfrente discursivamente al desafío del examinador, la intriga del curioso o la insolencia del ignorante. Creo que esa acotación es algo que debe tomarse como un jalón de orejas para el próximo coloquio dado que al parecer o bien no daban tiempo para las preguntas, o en caso contrario no había tampoco mucha voluntad por preguntar.
Me gustaría comentar también otras ponencias que se presentaron, pero el tiempo no me ayuda, por ello para terminar, considero que a estas alturas el coloquio, debe consolidarse ya de manera institucional, y con una perspectiva de largo plazo, ello implica el dejar un poco de lado el pensar en como repetir el plato para el próximo año y empezar a plasmar por escrito aquellas condiciones que permitirían realizar el XV o XVI Coloquio de Historia y como garantizar su crecimiento. También implica el dejar de creer en los “sujetos imprescindibles” o los que construyen en el imaginario estudiantil la necesidad de su presencia, para que las nuevas directivas asuman la responsabilidad académica que el coloquio exige. Las facilidades y motivaciones que puedan brindar las autoridades a los que asumen el reto y la responsabilidad de realizarlo resultaría sin duda beneficioso y estimulante. En suma, de lo que se trata es de dar el salto de una tradición ciertamente personalista a una institución moderna y planificada que pueda trascender a las generaciones y que pasado 5 o 10 años podamos volver y seguir viéndolo funcionando, no exactamente como antes, pues cada generación de base impregnaría su propio estilo, pero funcionando al fin y al cabo. Para un proyecto de esta envergadura que duda cabe que se hace necesario del conocimiento tradicional que tienen los experimentados, pero hay que tener la suficiente entereza también para desprenderse del mismo y echarlo a andar por si solo. Es decir dejar que siga su propio camino.
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